Como se arranca el hierro de una herida,
su amor de las entrañas me arranqué, aunque sentí al hacerlo que la vida me arrancaba con él.
Del altar que la alcé en el alma mía Sa voluntad su imagen arrojó, y la luz de la fe que en ella ardía
ante el ara desierta se apagó.
Aún turbando en la noche el firme empeño viene en la idea la visión tenaz ... ¡Cuándo podré dormir con ese sueño en que acaba el soñar!
miércoles, 20 de enero de 2010
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