Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tai vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas, como el pájaro duerme en las ramas, esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
—¡Ay! -pensé- ¡cuántas veces el genio así duerme en el fondo del alma, y una voz, como Lázaro, espera que le diga: "Levántate y anda!"
miércoles, 9 de diciembre de 2009
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