Como se arranca el hierro de una herida,
su amor de las entrañas me arranqué, aunque sentí al hacerlo que la vida me arrancaba con él.
Del altar que la alcé en el alma mía Sa voluntad su imagen arrojó, y la luz de la fe que en ella ardía
ante el ara desierta se apagó.
Aún turbando en la noche el firme empeño viene en la idea la visión tenaz ... ¡Cuándo podré dormir con ese sueño en que acaba el soñar!
miércoles, 20 de enero de 2010
viernes, 15 de enero de 2010
Yo me he asomado a las profundas simas
9:49
Publicado por
Gustavo Adolfo Bécquer
Yo me he asomado a las profundas simas
de la tierra y del cielo, y les he visto el fin, o con los ojos o con el pensamiento.
Mas, ¡ay!, de un corazón llegué al abismo y me incliné un momento
y mi alma y mis ojos se turbaron:
jtan hondo era y tan negro!
de la tierra y del cielo, y les he visto el fin, o con los ojos o con el pensamiento.
Mas, ¡ay!, de un corazón llegué al abismo y me incliné un momento
y mi alma y mis ojos se turbaron:
jtan hondo era y tan negro!
jueves, 14 de enero de 2010
En la clave del arco ruinoso
9:45
Publicado por
Gustavo Adolfo Bécquer
En la clave del arco ruinoso,
cuyas piedras el tiempo enrojeció, obra de un cincel rudo, campeaba el gótico blasón.
Penacho de su yelmo de granito, la hiedra que colgaba er derredor
daba sombra al escudo, en que una mano tenía un corazón.
A contemplarle en la desierta plaza nos paramos los dos: y "Ése -me dijo- es el cabal emblema de mi constante amor".
¡Ay!, y es verdad lo que me dijo entonces: verdad que el corazón lo llevará en la mano ..., en cualquier parte ... pero en el pecho, no.
cuyas piedras el tiempo enrojeció, obra de un cincel rudo, campeaba el gótico blasón.
Penacho de su yelmo de granito, la hiedra que colgaba er derredor
daba sombra al escudo, en que una mano tenía un corazón.
A contemplarle en la desierta plaza nos paramos los dos: y "Ése -me dijo- es el cabal emblema de mi constante amor".
¡Ay!, y es verdad lo que me dijo entonces: verdad que el corazón lo llevará en la mano ..., en cualquier parte ... pero en el pecho, no.
martes, 12 de enero de 2010
Primera voz
9:45
Publicado por
Gustavo Adolfo Bécquer
Las ondas tienen vaga armonía, las violetas suave olor, brumas de plata la noche fría,
luz y oro el día;
yo, algo mejor:
¡yo tengo Amor!
luz y oro el día;
yo, algo mejor:
¡yo tengo Amor!
domingo, 10 de enero de 2010
Segunda voz
9:44
Publicado por
Gustavo Adolfo Bécquer
Aura de aplausos, nube radiosa, ola de envidia que besa el pie, isla de sueños donde reposa
el alma ansiosa,
dulce embriaguez,
la Gloría es.
el alma ansiosa,
dulce embriaguez,
la Gloría es.
sábado, 9 de enero de 2010
Terecera voz
9:43
Publicado por
Gustavo Adolfo Bécquer
Ascua encendida es el tesoro, sombra que huye la vanidad. Todo es mentira: la gloria, el oro.
Lo que yo adoro
sólo es verdad:
¡la Libertad!
Así los barqueros pasaban cantando
la eterna canción, y al golpe del remo saltaba la espuma
y heríala el sol. '¿Te embarcas?", gritaban, y yo, sonriendo,
les dije al pasar: "Yo ya me he embarcado; por señas que aún tengo la ropa en la playa tendida a secar".
Lo que yo adoro
sólo es verdad:
¡la Libertad!
Así los barqueros pasaban cantando
la eterna canción, y al golpe del remo saltaba la espuma
y heríala el sol. '¿Te embarcas?", gritaban, y yo, sonriendo,
les dije al pasar: "Yo ya me he embarcado; por señas que aún tengo la ropa en la playa tendida a secar".
jueves, 7 de enero de 2010
Fatigada del baile
9:42
Publicado por
Gustavo Adolfo Bécquer
Fatigada del baile,
encendido el color, breve el aliento,
apoyada en mi brazo, del salón se detuvo en un extremo.
Entre la leve gasa que levantaba el palpitante seno,
una flor se mecía en compasado y dulce movimiento.
Como en cuna de nácar que empuja el mar y que acaricia el céfiro,
dormir parecía ai blando arrullo de sus labios entreabiertos.
¡Oh! ¡Quién así, pensaba, dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡Oh, si las flores duermen, qué dulcísimo sueño!
encendido el color, breve el aliento,
apoyada en mi brazo, del salón se detuvo en un extremo.
Entre la leve gasa que levantaba el palpitante seno,
una flor se mecía en compasado y dulce movimiento.
Como en cuna de nácar que empuja el mar y que acaricia el céfiro,
dormir parecía ai blando arrullo de sus labios entreabiertos.
¡Oh! ¡Quién así, pensaba, dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡Oh, si las flores duermen, qué dulcísimo sueño!
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